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Cuenteando Narración

Ayer, una vez más, acudí a narrar cuentos y vi que mi nombre no aparecía en ningún cartel:

«viernes a las 18:00 y a las 20:00 CUENTACUENTOS».

«¿¿Seré yo??» me pregunté. Comprobé mi agenda y vi que sí, que debía ser yo. El escenario estaba preparado, el técnico de sonido también, los niños se fueron arremolinando, con ganas de disfrutar.

El encargado se hizo esperar y, durante las dos sesiones, se le echó en falta para hacerse cargo de los pequeños que se acercaban y llegaban a subirse a los pies de los bafles, al escenario…

Sin embargo, a pesar de estos pequeños grandes detalles, todo fluyó muy bien, principalmente porque todos los asistentes deseábamos que así fuera (asistentes pequeños, grandes, técnico de sonido, yo misma…); y es que no deja de llamarme la atención la sed de actividades culturales (léase teatro, talleres creativos, títeres o sesiones de cuentos) que se da entre el publico, principalmente infantil (y de padres y madres deseosos de cultivar y entretener a su retoños).

Desde mi experiencia creo que para responder con calidad y profesionalidad a esta demanda cultural, es fundamental hacer una buena promoción de las actividades, una difusión atractiva y con continuidad para crear costumbre entre los posibles asistentes. A priori, puede parecer que, en esta época de la Información-al-alcance-de-tod@s en la que vivimos, esto puede ser fácil con tantas páginas webs, facebooks, blogs, códigos QR y demás medios de difusión, aparte de los tradicionales, claro, de prensa, radio y television. Pues debe ser que no, que es muy difícil recopilar la información necesaria en el lugar idóneo y difundirla de la manera adecuada. Y no hablo solo desde el punto de vista de una narradora al rescate de su identidad, sino también desde una madre seguidora de otras muchas actividades culturales sobre las que, antes de decidir si acudo o no, me gusta informarme para saber, entre otros detalles, ese tan importante de quién lo lleva a cabo. Me gusta enterarme, no sé, será deformación de niña curiosa. Además, me parece, no solo una falta de profesionalidad, ni de falta de consideración hacia el artista o hacia el público que merece estar bien informado, sino también una oportunidad perdida por parte de los programadores para captar más gente. Quiero pensar que un público bien informado acude a los espectáculos elegidos con más conocimiento de causa y que podrá a su vez difundir esa información en su ámbito más cercano (el conocido boca-oreja) si es que anteriormente lo han conocido y les ha pareceido de calidad o, a posteriori, después de la sesión.

Desafortunadamente esta practica de dar escasa información es más habitual en las sesiones de narración oral, o cuentos (o quizás sea una percepción muy personal de la que,claro, no me puedo separar).

Estos programadores que desinforman no se dan cuenta, además, de que al meter a todos los narradores en el mismo saco de CUENTACUENTOS están educando al publico en esa idea de que «todos los cuentacuentos cuentan lo mismo y de la misma manera, da igual uno que otro». Y aunque los pequeños, tan agradecidos y tan esponjas para las historias, están siempre muy dispuestos a priori a escuchar, si el artista no es efectivo y competente, se aburren y desconectan. Son un público exigente y sincero que no acepta el aburrimiento o el trabajo mal hecho, y así lo expresa claramente.

Si algo he aprendido en mis 16 años de narradora oral es que, tan o más importante que un buen repertorio, es el cómo se hace, y en esto no he conocido dos narradores que lo hagamos de igual manera. Además en nuestra profesión no hay guiones establecidos, ni diálogos cerrados e inalterables lo que hace que cada día, cada sesión sea diferente e irrepetible. Porque todo depende del momento, de las miradas e interacción con el publico, de cómo te sientas ese día, de cómo juegues tus estrategias cuenteras y esto se adquiere con profesionalidad y tablas, con experiencia de años narrando.

Debe ser esta idea muy extraña y poco contemplada entre los programadores que, preocupados a menudo más por llenar la programación que con qué lo hacen, obvian estos «detalles» tan básicos y fundamentales.

Y todo esto volvía yo a pensar cuando miraba el anuncio de las sesiones  de cuentos que iba a tener en breve y echaba en falta mi nombre.

20 abril 2013, sábado

Bego Alabazan
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